Todo transcurre como el vaivén de un abanico: la Creación explota e implota en una guerra que, calma a los ojos cósmicos del Universo, las almas sedientas de sangre ancestral se autotransforman; así, con el Todo, fluye aquel pestilente arroyo en el cual me arrojo por su atractivo y enigmático caos tornasol.
[…].
No sé si lo que hice fue lo correcto.
No sé si fue el magnetismo.
Ni sé si fue el destino.
[…].
Y a los ojos de los humanos me vuelvo loco.