La revelación llegó cuando abrió su cabeza y revisó la enciclopedia que había dentro de ella; las runas volaban remolineando por aquel papel rancio olor a nuez; los dinosaurios y centauros brincaban y se aniquilaban entre sí; pero cuando recordó que la vida no era tan vaga, cerró el libro, dejando un olor a ceniza junto con el color grisáceo de la neblina y, abyecto y diabólico, el rescoldo se avivó por aquel demonio que se hospedaba en su interior.