AhÃ, en medio de un desierto de árboles templados y colinas desparramadas, una casa sola invitaba a almas perdidas desde el equinoccio de otoño hasta el solsticio de invierno, asà acogiendo, salvando a cualquiera de su mala orientación.
Pero sus originales inquilinos murieron hace cientos de años… Y todavÃa siguen recibiendo a peregrinos, los cuales no volverÃan al mundo real nunca más.
¿Vivos? ¿Después muertos? Estos calificativos no entran al universo de la casa desavecindada, donde el pecado es virtud y las maldiciones, milagros.