—Dijo que era el Alfa y el Omega; ¿qué dices?
—¡Bah! De esos hay muchos siempre; pero nada como los de antes que eran más creíbles, que andaban con grandes barbas y bastones.
—Bueno, de perdida sabemos que cualquier loco puede ser Dios, ¿no?
—Vaya que sí.