Los pies de Gerardo se transformaron en gelatina; sus latidos por tambores; sus anhelos por el nombre de un dios bello. Cada paso un molinete rebelde. Cada respiro picadas de una arma etrusca. Un enemigo entró dentro de su sistema, uno desconocido, u olvidado, incapaz de removerse o controlarse.
Al terminar su trayecto, se encuentra frente a él, creyendo que sólo por ser hombre serÃa fundamento de alguna amistad. Pero el enemigo acecha, conquista, desequilibra todo sentido de iure que lo compondrÃa en otro momento desigual.
Es su primer llamado al amor terrenal, dejando atrás a los dados de veinte caras, la caza de orcos y sus viejos compañeros de mazmorras.