Hay rosas que nunca pude tocar,
porque tu postrera llama verde
timó mi defensa
y
quedé herido,
perplejo,
tomándome una coca cola;
quise avasallar tu cuartel
de dulce amargo zirconia,
pero tus dolorosas caderas
hirieron mi destino,
y quedé tarado,
atónito,
hasta que me crecieron las barbas
u mis colores
se convirtieron en cenizas.
Asà me quedé sollozando,
fingiendo que la esperanza
de ayer serÃa la esperanza de ahora;
pero, ¡del perro!
Vi tu llamada en mi imaginación,
la acepté,
me quedé bobo escuchándote,
y cuando desperté
solamente veÃa una imagen tuya
en la pantalla canalla
que tus virtuales labios nunca callan…
… y yo, sigo aquÃ, sin pensión.