
Este relato saldrá publicado Habitación 64 (obra colectiva que participan varios autores)
Aleia miró por la ventana, reconoció aquel resplandor extraño en las nubes bajas. Bajó los visillos y con alta voz de mando dijo:
— ¡Alewives! Prepara la habitación sesenta y cuatro. Alguien vendrá y ella lo está esperando.
La muchacha, atenta y servicial cogió un par de sábanas blancas de hilo de algodón, y a toda prisa subió los sesenta y cuatro escalones que la separaban de la suite más lujosa de aquella casa de huéspedes.
Aleia decidió que sería una mujer joven y bella de largos cabellos negros y rasgos orientales quien recibiría al que vendría.
Cuando el cielo brillaba de nubes, siempre llegaba alguien especial.
Alonso estaba en el comedor de su casa, afuera una llovizna pertinaz no cesaba. De momento lúcido, escribió:
«Saldré a por algunas vituallas, no me esperen para cenar.»
Sonreía al escribirla…
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