No sé si acobijarme en aquel lejano horizonte,
aquella lejana pintura paternal que da miedo,
esperanza,
fuerza,
aventura,
valentÃa,
eso que quiero y no quiero,
que quiero que me cuide en el peligro;
que me apapache y me tire a un precipicio,
pero para volar, al final volar,
y no recordar
las miles de veces que la gente no respondió mis mensajes,
sólo porque pensaron en darle «me gusta» a otras publicaciones;
o,
porque,
el humano,
hoy el humano,
el humano de hoy,
no es peor que una cosa,
ni una cosa es peor que él.