Pasó un pájaro azul por mi ventana,
cantó aquella canción
que
disloca mis neuronas,
acongoja mi corazón;
y,
sin embargo,
ahí mis sentidos quedan fijos,
mi atención, toda.
Ese mismo día,
buscando entre las lápidas de mi memoria,
encontré aquellas flores amarillas
que algún día regué con mis lágrimas,
las tomé,
abracé,
las traje conmigo para ir hacia tu casa;
[a tu casa, a tu caza]
y a través de aquel cristal de tu morada,
me encuentro que sueñas con otra familia,
otros tiempos,
otro corazón,
otra vida,
otra tan ajena realidad…
Vuelvo a ver las flores silvestres,
las cuales sostenía en una mano,
ya no eran lo que eran,
sino pétalos de ti,
recuerdos de ti,
de tu sonrisa,
de tus gritos,
de tu llorar,
de tu tan ajeno amor…
Y mi olvido.