Busqué en el interior de tu ropero
y encontré mis trajes, mis guantes,
incluyendo mis calzones.
Entré a él por curiosidad
y no me llevó a un mundo alterno.
Salí de él y esperaba que me sorprendieras
hurgando entre tus cosas.
Grité de furia; grité de alegría;
pero de ninguna manera respondiste.
Por eso me recargué en la mecedora,
con una pierna suelta,
recordándote viva.