Diez días duré en casa,
echado,
en la cama,
buscando a las nodrizas
del pasado,
[ese arduo,
flojo,
cacófono pasado]
y no hallé victoria,
no me encontré en la gloria.
Mis calzones
se embrutecieron;
mis calcetines,
pues,
se ennegrecieron;
y me quedé sin alma
buscando lo no verdadero,
inútil pensando en algo osado.
[después]
Me levanté,
creyendo escuchar un
“Levántate, Lázaro”
o un “Levántate, huevón”.
De aquí vi al alba,
y de aquí reconocí su música.
Reconocí su música.
Reconocí su música.
Vi el alba y me regocijé.
Porque reconocí su música.
Te pensé
[y de pronto]
sentí la almohada otra vez.