Lo dudé en esta mañana;
desde aquella tormenta en forma de araña.
Ya no pude confrontar mis pestañas,
mis parpados se secaban.
La agua salada llegaba,
mis uñas rodeaba;
levantándome, las miraba,
y no podía hacer nada por ello.
La piedra fina de la arena me rodeaba el cuerpo, en espirales,
cortaba mi piel y secaba mis mieles;
¡Oh, qué gozo aspirar aires cortantes!
Tosí, levanté, caí de bruces…
—¿Luego para qué me sirve la duda?—
pregunté a la tierra fina.
—Para los desdichados, nada…—
esta fue la respuesta, otra duda para mi sed canina…
Rasgando tierra de mil vidas,
salía sangre a borbotes,
dorado según Midas,
rojo según Aristófanes…
El líquido color esmeralda corría,
corría, ¡corría por mis oídos!
Dejándolos casi frescos, casi tibios;
como mis labios reían…
Brocas de oxígeno salían de mis pupilas;
no sabía su dirección ni porque salían.
Mi cuerpo, la tierra devoraba,
pero sí, sonreía, yo sonreía; vaya que sonreía…
«Crup… Crup» decía, oía.
No entendía, yo no entendía…
Duda, es lo que me queda,
Con un «crup» clara estaba la información.
Créanme… no duden:
la duda no es plena, pero,
sí que apena… aunque parezca amena.