Viajé anoche, mi vida,
para olvidarte,
desconocerte.
Sopesé el río de lágrimas que derramaba,
sobre el volante de mi cadillac negro.
Encendí la radio y vi el púrpura;
y una nota roja salió de las bocinas.
Me quedé callado.
Saboreé el silencio magro.
Eso sí,
no te olvidé en el kilómetro cuatrocientos,
pero al menos viajé.