Véanme en este pesebre;
adoren mi nacimiento;
tráiganme regalos;
besen y abracen a mis padres;
pero nunca, nunca me conviertan,
en mártir, no me conviertan,
que sólo soy un bebé
que vivirá décadas,
que comprende que,
aunque el humano adulto,
sigue bebé y mamando leche,
toda la vida la gastará
moqueando, moqueando.