Ves el sol,
ves la luz,
y creés que todo es amor,
buscando sabores en los colores,
escuchando pensamientos con el calor…
sigues pasando el alba,
con retorno exprés de trescientos sesenta grados;
ves pasar el mundo,
el mismo mundo,
una
y otra,
y otra
vez.
Así, das cuenta a lo desnudo que estás,
la vulnerabilidad de la hiperestesia,
arrinconándote entre tus brazos,
sollozando por el desliz de tus sentimientos…
experimentando el acompañamiento de la soledad.
La dulce soledad.