Toco la aldaba,
en el espacio sideral
esperando respuesta,
del dios de algún cósmico litoral.
La respuesta se difumina
con la divina providencia
y su pícaro espíritu astral.
Toco de nuevo,
sucio de polvo espacial,
pero la puerta se vuelve más grande
y mis miedos caen como lluvia torrencial.
El misterio.
El misterio.
Los oídos sordos de los dioses.
Diminutos somos,
para aquellos que ufanos
se hinchan por su grandeza
divina o tecnológica,
mientras nosotros nos perdemos entre fórmulas
o libros que te obligan a rezar.
[Regreso a mi nave,
me preparo un café,
y luego me dispongo a cagar]
Muy bueno, Diego.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias, Ed 🙂
Un abrazo.
Me gustaMe gusta
Gostei. 😊
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Me alegra mucho!!!
Gracias por leerme, Cassiane 😊
Un abrazo
Me gustaMe gusta
Me gusta. Gracias por compartirlo. 😊🌻
Me gustaMe gusta