Destilados de colores insípidos
embriagan cacofonías falaces dentro,
esas hacían temblar las carnes,
ahora flotan en un terreno agradable,
promoviendo sutilezas y aromas cansados
de una vida de máquinas amontonadas,
con ruidos de sirenas y faros arbitrarios;
aquello que llamamos rutina que es,
mirando de reojo a los fantasmas,
ficciones de nuestros antepasados
para encubrir errores
y seguir flotando
ahí
entre nubes de estulticia.